Cultura musical para indios y salmones

MOKRAGORA (2013), OSO LEONE

en ÁLBUMES/BALEARES por

Los discos con frecuencia nos sobrevienen, y definitivamente te eligen, justo en el preciso momento. Y el disco Mokragora de Oso Leone es un muy buen ejemplo, pues llegó a mí el verano de 2013, cuando…, cosas de la vida, pasaba por un momento personal delicado. De no haber escuchado nada de la banda mallorquina -hasta entonces sólo tenían editado un primer álbum homónimo, muy bien parado en críticas-, me encontré de golpe metido en uno de sus conciertos en la isla, arrancando el verano. No fue un concierto normal; fue totalmente especial. Un público sentado en el suelo, observador y silencioso, disfrutando de un ambiente atmosférico y envolvente. Cómo me dejaría prendado aquel momento que luego volví a verlos dos veces más en la isla en meses posteriores.

Así es este disco, muy diferente al primero por cierto (con muchas más reminiscencias folk que ambientales), que de entrada quizás podría costar escuchar a más de uno, pero que después de haber vivido la experiencia en vivo, no deja de evocar, de invitar al paseo espacial, gracias a juegos vocales de Xavier Marín, y al acertado uso de las reverbs y los loops.

Mokragora es sobre todo un trabajo paisajístico en el que prevalece lo diáfano, y es también un buen ejercicio musical en lo que al concepto de disco, como unidad, se refiere; es decir, probablemente cada canción por sí sola se entendería peor que si nos sometemos a una escucha completa del álbum, ya que éste se concibe como una sola pieza.

De este modo se precipitan los 9 temas que, como si de un juego infantil se tratara, reciben nombres de diferentes plantas y durante cuarenta y un minutos nos van enredando: “Ficus”, el tema que abre el disco, ya te sitúa perfectamente en ese escenario mental con una base percutiva que indica pequeños pasos a seguir, hasta llegar a “Ficus II”. “Alçaria” mantendrá el clima enigmático, con una base de bajo inicial atrapante, para desembocar en un ritmo más frenético con esos juegos vocales, antes mencionados, de fondo. “Cactus” podría ser la canción más western, con una guitarra española predominante. Sin embargo “Clivia” diría que es la pieza más rica en matices, siendo la más extensa. “Monstera”, recupera la fuerza del bajo marcando un devenir misterioso. Y “Crisantemo” y “Sanseviera” nos acercan al final, con esa calma tensa contínua que destila este maravilloso trabajo de los mallorquines, que no provocan más que desear volver a escuchar algo nuevo de ellos. Y parece que será más pronto que tarde. Otra cosa será cómo suene…, ya que a tenor de la diferencia de sonido entre el primer y el segundo disco, podemos esperar cualquier giro estilístico. Pero no dudamos de que la calidad se impondrá siempre.

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