EL MONCLOA

Junio 1985-1995
La Gomila Moderna

En mi particular lista de bares icónicos de juventud de mi generación y otras generaciones no podía faltar El Moncloa. Un vallisoletano, trabajador, con visión para los negocios y tenaz llamado Carlos Velasco que había aparecido por Palma para hacer la mili, se fijó en que a Palma le faltaba un empujón hacia la modernidad. Hay quien diría que le faltaba el toque pijo y bien pudiera ser… Neones, luces tenues, asepsia, como era preceptivo en aquellos momentos. Todos caímos rendidos por ese ambiente entre Nueva York y Berlín.

Carlos Velasco y una corte de excelente gente; recuerdo a Enrique López Viejo, a quien perdimos hace poco y que era un intelectual, un amigo y una buena persona; a Poty… Y la magnífica Bea, esposa de Enrique a la que hemos adoptado para Palma y que es una de las mejores conquistas de toda la sociedad palmesana, quedarnos con Bea aquí es…. fantástico.
Carlos, pues, siguiendo su sexto sentido, que siempre fue el de saber qué se iba a llevar, cómo debía llevarse y quién debía llevarlo, puso junto con sus socios El Moncloa en lo más alto de la noche palmesana y por ende mallorquina; así pues desde su terraza era fácil vislumbrar a Pepe Cáceres o a Asun, sempiterna musa de la modernidad y persona clave en La Movida… Si Asun había dicho que esto así… Esto era así.

Pues bien, Carlos urdió el plan. Con la financiación de sus socios y la suya propia montó esta maravilla en la zona llamada “Nueva Gomila», frente al Mónaco, La Rueda, El Joes, El Antonio o el callejón del Chotis. Surgía dándonos la visión necesaria de las famosas terrazas gomileras de siempre; un hervidero que se divisaba perfecto desde la terraza de El Moncloa. Además, el local tenía la cualidad de estar diseñado, como ya he dicho, como bar cosmopolita y siguiendo las tendencias.
Es imposible olvidar aquella barra que se hizo ad hoc para las que yo consideré las mejores bar-girls: Leo y M. Mateos, hermanas que convirtieron su pequeña barra en lo más cool del momento.

Tampoco podemos olvidar a un Paco Puigserver que oficiaba de portero de buenos modos, pero tallas XXL. Era frecuente ver la cola que se formaba en aquella escalera de acceso. La cola era ciertamente uno de los grandes atractivos. ¿Qué habrá allí arriba para que se forme esta cola para entrar? El Moncloa se convirtió en el lugar de moda, vislumbrando esas terrazas llenas, aquella atalaya era una invitación a vivir Gomila, un lugar privilegiado creado por un instigador tocado por una visión especial de los negocios y una clientela en su punto álgido.

Tengo una gran curiosidad por saber cuánta gente recuerda este emblemático bar que era punta de lanza en estilo y diseño; suya fue la idea de los carteles aniversario que son ahora objeto de coleccionismo. Tenemos un original en La Polka; el de la playa y la chica; no tengo la suerte de poseer el de las piernas (¿quién sería ella?) y zapatos. El logotipo sencillo y comercial, una música que rompió y que nos hizo abrazar la modernidad: desde los Spandau Ballet a los Sex Pistols.

Había, seguro, una clave indiscutible con la que vais a estar de acuerdo todos los que por allí pasasteis; como yo que era un enamorado del bar y de su gente, la clave en mi opinión es, además de lo ya escrito, el hecho incontestable del momento. Los Ochenta, plena movida palmesana, Gomila sacando músculo y unos muchachos con ganas de divertirnos, con ganas de disfrutar, de estar a la última y de no perderse ni una, como cuando se presentó el inolvidable video de los Talking Heads.
Fueron 10 años especiales para Palma y para todos nosotros.