Cultura musical para indios y salmones

STING, EL RAPSODA QUE SURGIÓ DEL FRÍO

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No puedo evitar asociar Sting y Blade Runner. Dos mitos ochenteros, que mi psique tiene a bien ensamblar en un mismo bucle. Quizás se deba al rubio platino del replicante y del cantante británico, a sus andróginas semblanzas. Aunque más bien me inclino a pensar que se deba al aura crepuscular de las baladas lentas, me refiero, claro está, a Walking on the Moon, An Englishman in New York y sobre todo a Fragile (Like tears from star ).

Hay algo, sino navideño, otoñal-invernal, contemplativo a fin de cuentas, que impregna sus tempos pausados. Tres de los últimos trabajos de Gordon Matthew Thomas Sumner (léase Sting) – Songs from the labyrinth (2006), If on a winter´s night (2009) y The Last Ship (2013)- se adentran en la faceta más íntima del cantante y bajista británico. No tanto en su vis  compositiva como en la de intérprete. Su inconfundible voz, femenina y masculina a la vez, trufada de falsetes, de contratenor casi, viaja en el tiempo para dar vida a trovadores y  compositores más o menos lejanos (Dowland, Bach, Schubert). Acaso no fue Schubert un rapsoda a su manera.

Esta semana estrenamos oficialmente el invierno. Desde hoy la nieve invade hojas de calendario, campañas publicitarias, hilos musicales y postales navideñas en formatos comprimidos. Omnipresente glasé,  que  sólo en la calle brilla por su ausencia. Ajena al cambio climático y al calentamiento global, la nieve invade nuestra virtualidad con independencia de la latitud en que vivamos. Rige en nuestra era un principio matemático (indemostrable), que podríamos formular del siguiente modo: a menor nieve atmosférica mayor nieve simulada.

 The hurdy gurdy man. Así reza el penúltimo track del invernal álbum, que no navideño, If on a winter´s night. Este lied de Franz Schubert (Der Leiermann en la versión alemana original de 1827, última estación del inmortal Winterreise) adquiere en la voz de Sting tesitura de frío y de absoluta desolación. De guantes a media falange, sabañones obscenos, lanas deshilachadas y cuerdas desafinadas.  El organillo sonando en el vacío y la voz desafiando al viento. Música de cuando el invierno sabía a invierno.

¿Quién lo iba a decir? El bajista y autor de Roxanne y del Message in a bottle recitando, casi susurrando a Schubert. La voz de Sting, postrer rapsoda, invocando al imperio de la noche, “el período más imaginativo del año”, como lo califica el propio cantante. Quien tenga deseos de revivir fríos de antaño, lo tiene fácil: apague la calefacción, accione el “play” y frótese las manos. El frío es, en efecto, psicológico y el invierno, un estado de ánimo.

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