Cultura musical para indios y salmones

EL GRAN TONI SITAR Y LOS AMIGOS DE LA UNA Y MEDIA

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Para enmarcar al gran Toni Vera, al gran Toni Sitar sería buena la Lonja, Gomila o, cómo no, la terraza del bar Bosch que en aquellos años 80 era un auténtico hervidero de todo tipo de músicos callejeros. Músicos de todo pelaje, algunos triunfaron incluso, pero no voy a dar nombres, primero porque ese no es el tema y segundo porque quizás se sientan incómodos en el panorama que voy a describir, donde los músicos callejeros empezaron a tomar Palma, poco a poco, con lentitud pero con paso firme.

Sí hablaré de Toni Sitar, un personaje que está unido al colectivo de los coetáneos que quiero destacar por lo especial que era. Un mallorquín con apariencia de hindú, casi siempre con un sitar a cuestas. Desgranaba música tipo Ravi Shankar cual discípulo del líder espiritual de los Beatles. Solía frecuentar los sitios más transitados y entre ellos no podía faltar el bar Bosch.

El bar Bosch podría ser equivalente al bar Zurich en Barna o a cualquiera de los muchos  cafés que en Madrid hay con historia y funcionan como puntos de encuentro. Bares que facilitaban el quedar cuando los móviles eran totalmente inexistentes.

Y la hora de ebullición estaba clara. La una y media era, no  tanto la hora del vermut sino la hora en la que aparecían rostros con historias, bien satisfechos de haber estado de movida justo antes o rostros agitados y ansiosos buscando  dicha movida. O disfrutando del placer de una buena liturgia del conseguidor de jaco de turno, cuando el Bosch nos ofrecía tanto. Artistas, escritores, músicos, una amalgama total y cosmopolita se daba cita a esa hora.

Era posible ver a una bailarina de disco, con marcas en los brazos, a una modelo medio pelo, a una cultureta o alguna ladrona que había sacado en el cochecito del niño una botella de whisky del súper más cercano. El Bosch era un amasijo de ambientes, tanto que en el piso superior estaba la vieja guardia de Franco, y abogados postulantes estaban en la barra ojo avizor, por si aparecía alguna famosa ladrona o ladrón. El Bosch era el centro neurálgico en aquellos gloriosos 80.

Y para ponerle banda sonora a esas escenas estaba Toni Sitar. La figura de Toni castigado por las drogas y siempre amarrado a su gran instrumento testigo de su viaje a la india, viaje en el que cabalgó ya el resto de su vida.  Su música era la propia del bar Bosch a la una y media. Aunque no estaba siempre fijo ahí. También podías ver a Toni en Gomila, en la Lonja, en rincones varios de Palma… Sí, Toni vera fue parte de nuestras vidas. Los ochenta nos dejaron los primeros artistas callejeros y entre los músicos estaba él, Toni Vera.

Queridos indios y salmones, que sepáis que en esa época, grupos como Los Fofys fueron ya pioneros en tocar saliendo de un garaje o directamente de la calle como en el caso de nuestro héroe de hoy. Un hombre curtido, ante todo entregado a su pasión, la música y el Sitar. Intervino en la película «More» rodada en Ibiza y también fue un asiduo de la guitarra. Verlo era acercarse a la música de autor tan en alza en aquellos momentos.

Volviendo a esa época y a ese lugar, el bar Bosch, quiero destacar a Eduardo Miralles, el profesor, el maestro de casi todos y un hombre equilibrado que lo mismo tenía un remedio para un papiloma en el pie como la cura para un desamor, fotógrafo de raza y excelente persona, uno de los jefes de este particular club en el que todos nos sentíamos a gusto.

El Bosch era un hervidero tanto de mallorquines como extranjeros. Allí se podían ver a Milan, a Bibiloni, al propio Miquel Barceló, a Pere Pla, a Pepus Nasti… Y no menos importantes que los clientes eran los empleados. Damiá, un dandi, Tanet, Ramon, Toniet, Sebastiá, Antonio… Eran como parte de nuestra peña y allí se hicieron famosas sus llagostas, llongets torrados con tomate y aceite… Famosas hasta nuestros días.

Pero al igual que la ciudad, el Bosch evolucionó. Llegó la ampliación del bar y ello le dio alas al negocio y, durante un tiempo, pudo ser igual que antes hasta que el éxito rompió el embrujo.

Se acabó la magia. Porque amigos en aquel extraño ambiente de las una y media se producía un ambiente muy especial. En aquel bar de «moda» se daba un soplo de libertad, coqueteo con la experimentación, borracheras y conversaciones en torno a la música…  Ahí nos quedó muy claro que los viejos rockeros acaban por morir dejando, o no, un bonito cadáver pero habiendo vivido a tope. No era el único rincón, en aquellos tiempos habían otros gloriosos bares: La fiera mosca, Es Gallet, el Rincón del Artista o la Cumparsita, bares con encanto por los que vimos pasear a todos los héroes locales y a todos los artistas o pretendientes.

Así pues brindemos por esa época y por este icónico músico callejero, Toni Sitar. También por lo que significó el Bosch y los encuentros de la una y media. Brindemos por los que se fueron dejándonos unos versos, un dibujo o una canción que nunca olvidaremos. Por nuestros amigos y por aquellos que conseguían llamar nuestra atención. Brindemos por lo que significó en nuestras vidas aquella mezcla inolvidable de gentes, anécdotas y experiencias que sin duda tanto nos marcaron.

 

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