Cultura musical para indios y salmones

CONCIERTO HALF MOON RUN (BARCELONA 6 DE MARZO)

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Una brisa primaveral invadía los alrededores de la sala de conciertos La Nau, donde se preparaba para el concierto de esa noche Dylan Phillips uno de los cuatro pilares de Half Moon Run.

De gira por Europa, debieron cancelar sus conciertos en Italia por el coronavirus, esa enfermedad que aún nos cuesta creer que está entre nosotros. Con una sencillez y calidez propiamente canadienses Dylan nos recibió y expresó su desconcierto ante una posible pandemia “Es extraño, pronto terminaremos la gira y regresaremos a Canadá pero me pregunto qué pasará después”.

Por aquel entonces todavía no había sido declarado el estado de alarma en España y entonces nos acodamos en la barra del bar de la sala La Nau y conversarmos acerca del nuevo disco A Blemish in the Great Light antes del show.

Horas más tarde, a sala medio llena, abría el concierto Tim Baker, otro canadiense que deleitó al público con la dulzura y suavidad de sus canciones. La atmósfera creada por este músico hacía que a medida que se iba llenando la sala, el público mantuviera un silencio atento mientras disfrutaban de la apacible calidez de sus melodías.

Entre Tim y la salida a escena de HMR fue necesario un tiempo considerable para poner a punto más de una decena de instrumentos que sabe Dios cómo lograron meter en un escenario tan pequeño que los cuatro apenas podrían moverse. Era un anticipo de lo que esta banda, conocida por ejecutar multiples instrumentos en sus performances, estaba por ofrecer.

Con precisión, talento y una eléctrica energía los cuatro canadienses deleitaron al pú-blico con un repertorio que incluyó los temas más conocidos de Dark Eyes y Sun leads me on y más de la mitad de los del nuevo album. Abrieron con 21st Gun salute y en un sutil in crescendo de energía fueron alternando temas de los tres discos: I can’t figure out what’s going on, Then again, Turn your love.

Su público cantaba con igual entusiasmo las canciones del nuevo disco apenas lanzado 4 meses antes. Favourite boy con su melodía pegadiza y sus reminiscencias ochentosas y Flesh and blood, una balada folk suave y a la vez llena de energía con armonías preciosas en los momentos indicados. Jugando hábilmente con la atmós-fera, los cuatro alteraron su distribución milimétrica en el escenario y, todos de pie en el centro, compartieron un solo micrófono para Sun leads me on. Luego de la balada Need it gradualmente volvieron a recuperar la energía electrizante que aso-maba al comienzo y tras la épica Razorblade, con más de 7 minutos de duración y la gloriosa New Truth, fue un non stop de furor incrementado con la histriónica ejecución de la percusión por parte del cantante en Call me in the afternoon. Se sucedieron Drug you, She wants to know, Jelo on my mind, Fire escape y para el bis, como broche de oro, la canción que los lanzó a la fama gracias al videogame Assassin’s Creed IV: Full Circle.

Algo más de una hora de concierto en la que dieron lo mejor que tienen para ofrecer. La gente salió de la sala lentamente, conversando sonriente en distintos idiomas, satisfecha por un conciertazo cargado del inmenso talento y sensibilidad que los carac-teriza, con la intimidad que sólo puede darse cuando bandas consagradas pisan tie-rras donde todavía no son tan conocidos. Por ahora.

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