CONFESIONES (PERSONALES) A UN ARTISTA DE MIERDA

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“Tienes que escucharlo, te va a gustar” me repetía ella mientras yo leía con cierta extrañeza el título de aquel disco que se había comprado en su edición especial un par de días antes. “No sé” le respondí, mientras volvía a depositar aquella cajita en la estantería. Tres años después aquel disco volvió aparecer en mi vida y por extensión el autor del mismo. Pero esta vez algo iba a cambiar, su destino final no iba a ser una balda en una estantería sino que acabaría por  convertirse en algo más personal y, como todas las cosas personales, terminaría siendo  algo que llevaría siempre conmigo.

Aunque ya he dicho alguna vez que mi interés por la música, descubrir artistas y por escuchar (en vez de oír) es bastante reciente, y que mi capacidad para reconocer canciones es tan nula como la capacidad de Mariano Rajoy para expresarse en público, era muy posible que a aquel artista ya lo hubiese escuchado con anterioridad, su voz me resultaba familiar, sabía que en algún momento había cantado alguna canción suya. Únicamente debí esperar un poco para encontrar, en ese mismo disco, la respuesta a mis dudas. Desde hacía tiempo (y como muchos de mi generación, y alguna anterior) estaba acostumbrado a gritar como si no hubiera un mañana aquello de No te echaré de menos en septiembre, verano muerto veré a las chicas pasar”’ y ahí volvía a estar, años después, descubriendo que aquel tipo que lideraba Piratas y que probablemente tenía la voz menos agraciada (y a la vez más personal) que mi poca instruida cultura musical podía recordar llevaba unos años haciendo carrera en solitario.

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Volví a él como vuelven las cosas que no tienen mucho sentido, y tras una serie de casualidades escritas quizás por el más sádico de los guionistas en activo. Todo empezó en una conversación entre amigos donde alguien lanzó un categórico Piratas son únicamente años 80”’ a lo que otra persona respondió creando una playlist en Spotify que desmentía aquella afirmación hecha a la ligera.

A los pocos días y después de que mi situación personal cambiará, como cambia un calcetín al que damos la vuelta al descubrir que nos estábamos poniendo las costuras por fuera, alguien me dijo “no te preocupes esto es como la canción aquella que decía que ‘el equilibrio es imposible'». Empecé a escucharla y a la vez que Santi Balmes acompañaba ese me hablas de nosotros dos (…) yo te sigo porque creo que en el fondo hay algo descubrí que, parafraseando el final de El Caballero Oscuro quizás no era la canción que merecía pero era la que necesitaba. Meses más tardes y en aquella especie de locura transitoria en la que se había convertido mi vida El equilibrio es imposible dejó de tener sentido pero el artista de mierda tenía la sustituta perfecta para ella y así mientras en mi cabeza resonaba aquello de Yo no puedo aconsejarte, ya es muy duro lo que llevo, dejemos que corra el aire y digámonos adiós empecé a comprender que el desplante que le había hecho a ese CD hacía un par de años quizás tenía una razón de ser, probablemente (y en una irónica broma del destino) debía esperar el momento justo para descubrir ese disco y las Confesiones de un artista de mierda que se anunciaba en el disco.

De eso ha pasado algo más de un año y en ese tiempo he seguido buceando en la discografía del artista; no me considero un experto de su música y me quedan algunos discos por escuchar pero, por llegar en el momento que lo hizo, él (sin saberlo) ha conseguido hacerse un hueco importante en mi día a día, por eso ante un anuncio de nuevo disco todas las emociones se disparan y me veo esperando a escuchar sus canciones deseando que una vez más vuelvan a hablar de mí.

Hace un par de días la espera terminó y la misma persona que hace tiempo me dijo aquello de Tienes que escucharlo, te va a gustar” me regaló (adelantándose más de un mes a mí cumpleaños) su último disco. Y aquí estoy, en CASA, escribiendo este texto (como si fuesen una especie de mis canciones para el tiempo y la distancia personales) mientras Iván Ferreiro suena de fondo y me doy cuenta de todo lo que ha cambiado en estos años y que mientras hace, relativamente, poco tiempo casi ni lo conocía ahora “en la bendita oscuridad (de mi salón) hay veces, no muchas ni tampoco pocas, que (Iván Ferreiro) pienso en ti” y en aquel disco que aún descansa en una estantería en CASA de mi hermana.

 

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